sábado, 30 de abril de 2011

El día que se me murió Sabato

Hacía días que me tenía inquieta, que me llamaba releerlo.  Tenía necesidad guardada de volver a llorar por el mundo, ése que hemos malparido inerme a sus ancestros.  Intuía aferrarme a las lecciones de vida de mis abuelos, de mis padres, de mis maestros de infancia y de aquellas contadas personas que encontré sin querer y para siempre en este camino de túneles donde espantar la oscuridad.
Me acompañó, después de muchos viajes, en éste de abril a la casita de la montaña.  
Lo leí intensamente en su "Antes del fin" en mi viaje de retorno a la casita del mango, extraordinariamente sin pegar un ojo cuando acostumbro a quedar profundamente dormida antes que el avión alce vuelo.
Y sólo tranquilicé mi espíritu cuando el 25 de abril saludé al exterior en mi mundo virtual:  '¡Buen día a todos este último lunes de abril! Como jamón del medio, llega el 2/3 del año para concentrarse en el trabajo, el alma, la vida. Llega el centenario de mi gran maestro universal casi platense, Ernesto Sábato, quien me acompaña a todas partes y estará en Idearia en la FIL cruceña, olvidado de la porteña. "Lean lo que los apasione, será lo único que los ayudará a soportar la existencia". Y viva con el corazón.'
Esta mañana, desayunando con mamá, seguí protestando la deshumanización de la humanidad y preguntándome en voz alta qué habíamos hecho para desmerecer la generación de genios y figuras que acompañaron nuestros primeros años de tropezones, curiosidades y rebeliones. 
Cuando me propuse comenzar la jornada ante mi pantalla, lo supe al leer el comentario de Laura, desde Rosario, quien anotaba en FB una frase suya y me sumé contenta con mi homenaje en la próxima Feria Internacional del Libro de Santa Cruz, en la cual la sola idea de llenar Idearia con Sabato me invitaba a no desistir de participar este año, decepcionada de la "globalización mercantilista" (también) de este evento. Borré estupefacta mi desinformado anuncio.
Lo supe y escribí, escribí, escribí hasta caer agotada por el duelo en el corazón.
Hay seres humanos como Sabato que tendrían que ser leídos en voz alta y de pie en todos lados:  Darles las gracias por haber existido, por haber sido contemporáneos, por decirnos lo que no vemos y lo que nos da flojera pensar. Darles las gracias por haber vivido exactamente lo necesario, 99 años, para dejar con los crespos hechos a los fatuos festejos centenarios que empiezan y acaban con sus fuegos artificiales... Y que la coherencia, la grandeza, la humildad, la sabiduría, la honradez, la decencia, la ética y el humanismo no están a expensas de la libre interpretación antojadiza y oportunista de los analistas de palco, sino en el ejemplo de vida que Sabato honró en el dolor y la alegría.
Desde abuelita Nemesia que no sentía un vacío tan grande y, como ella, no se fue sin despedirse.

Para leer más:  www.idearia.info | Se me murió Sabato
Maestro Doctor Ernesto Sabato:  Hincha del Pincha, Estudiantes de La Plata